*Por Juan Pablo Durán
El gobierno de Javier Milei atraviesa una tormenta perfecta que combina una crisis institucional con un evidente desgaste político. El escándalo por las presuntas coimas en la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS), destapado por audios atribuidos al ex funcionario Diego Spagnuolo, ha golpeado la credibilidad de un gobierno que se presentaba como el baluarte contra la corrupción de la “casta”.
La respuesta comunicacional ha sido, una vez más, errática y carente de estrategia, como se vio en el caso de la criptomoneda $Libra. Esta torpeza, agravada por el mal desempeño electoral de La Libertad Avanza (LLA) en las recientes elecciones de Corrientes, amenaza con erosionar la centralidad de Milei a menos de una semana de las elecciones en Buenos Aires y a dos meses de los comicios legislativos del 26 de octubre de 2025.
El paralelismo con la reunión en Olivos durante la pandemia de Alberto Fernández es ineludible. Aquel episodio destruyó la credibilidad del ex presidente al exponer la contradicción entre su discurso y sus acciones. Hoy, los audios que salpican a Karina Milei y Eduardo “Lule” Menem cuestionan el relato libertario de “terminar con los choreos”. La destitución de Spagnuolo fue un intento de contención, pero sin una narrativa clara, parece un gesto ineficiente.
En Corrientes, donde LLA obtuvo un magro cuarto lugar, quedó en evidencia por un lado, que el electorado no perdona la incoherencia y, por el otro, que fue un error no haber consolidado una alianza con Gustavo Valdéz y llevar en cambio un candidato propio muy poco competitivo.
El equipo de comunicación de Milei, liderado por Santiago Caputo, ha demostrado ser efectivo en la campaña electoral que lo llevó al ex panelista de TV al poder, pero naufraga en la comunicación de gobierno. Gobernar no es lo mismo que agitar en redes sociales. El silencio del presidente, combinado con intentos de culpar al kirchnerismo o hablar de “operaciones políticas” sin pruebas, como hizo Martín Menem, solo alimenta la desconfianza.
En Tucumán, la situación también es preocupante para los violetas locales: están perdiendo centralidad frente al peronista Osvaldo Jaldo y ante el radical Roberto Sánchez, quienes eligieron ser rivales en la contienda electoral para dejar a LLA fuera de la una eventual polarización.
El cambio de candidato en la mitad del río – el reemplazo de Lisandro Catalán por Federico Pelli en la carrera por la gobernación– fue un error estratégico paradigmático que desorientó a los potenciales votantes. Este volantazo, lejos de fortalecer a LLA, le restó cohesión y credibilidad ante un peronismo que supo leer mejor el pulso de la coyuntura local.
Volviendo al caso de las presuntas coimas, la estrategia actual de Milei, basada en discursos incendiarios y medidas efectistas como la caravana en Lomas de Zamora –que terminó en incidentes–, no alcanza para contener el impacto de un escándalo que toca un área sensible como la discapacidad.
Si Milei no da un cambio de timón urgente, su centralidad política corre riesgo de desvanecerse. La polarización puede movilizar a la base dura, pero a la corta o a la larga dejará de seducir al electorado independiente que será el que defina las elecciones de octubre.
Para revertir esta tendencia, Milei debe actuar con rapidez. Primero, necesita transparencia: una declaración directa que comprometa al gobierno a ordenar un investigación creíble. Segundo, debe abandonar la retórica de confrontación que tilda a todos de “zurdos” o “traidores”. Esto no solo aleja aliados, sino que cansa a un electorado que busca soluciones. Tercero, es crucial profesionalizar la comunicación de crisis, delegando en un equipo capaz de gestionar la percepción pública más allá de los memes. Finalmente, debe evitar cambios abruptos como el de Tucumán, que proyectan inestabilidad.
El gobierno de Milei no puede seguir navegando a puro voluntarismo digital. La abrumadora derrota en Corrientes y el retroceso en Tucumán son advertencias claras: sin una estrategia comunicacional sólida y una conducción coherente, el 26 de octubre podría convertirse en un plebiscito que castigue no solo su gestión económica, sino su liderazgo. La credibilidad, en política, es un capital frágil. Si Milei no corrige el rumbo, el costo puede ser su propia supervivencia política.
*Director periodístico