*Por Joaquín Morales Solá (Diario La Nación)
El Presidente debería darse una vuelta por la otra cara de la Luna. Su gobierno se entusiasmó en los últimos días con las divisiones de sus opositores, sobre todo los radicales y los de Pro, en la Cámara de Diputados. “Se vio claramente que Javier está solo en el escenario. No hay ningún líder en condiciones de competir con su liderazgo”, se escuchó muy cerca del despacho presidencial. Es cierto, pero solo de alguna manera. La otra parte de la realidad es que esa atomización le niega a la administración uno o dos interlocutores para ordenar las políticas del Estado. Raúl Alfonsín y Néstor Kirchner coincidieron, sin saberlo, en la descripción de cómo les gustaba la oposición: “Prefiero conversar con uno o dos antes que discutir con una asamblea universitaria”, decían, irónicos. La prueba de que existe ahora una situación política inversa fue, precisamente, la votación en la Cámara de Diputados el miércoles último, que aprobó un proyecto que impone aumentos para los ingresos de los jubilados y también para el bono, que nunca se actualizó, y la restitución de la moratoria previsional, que concluyó en marzo. La perspectiva es peor si se escucha al propio oficialismo en la Cámara de Diputados porque es escéptico cuando se le pregunta si contará con los votos necesarios para sostener el eventual veto del Presidente a ese proyecto. Esto sucedería, desde ya, si el Senado aprobara el proyecto sancionado por Diputados; los números le son más fáciles a la oposición en el Senado que en Diputados. De hecho, en la Cámara alta el perokirchnerismo está a solo tres votos de la mayoría si estuvieran en el recinto los 72 senadores que existen. El Gobierno se cansó de anunciar que vetará cualquier proyecto que signifique más erogaciones para las arcas del Estado. El veto no es inmutable. “Los números están muy ajustados. No puede descartarse un rechazo al veto de Milei”, dijo un diputado que pertenece al mileísmo y que suele ingresar a la Casa de Gobierno cargado de chimentos parlamentarios. El proyecto fue aprobado por 142 votos y se necesitan 171 para conseguir los dos tercios, la mayoría necesaria para insistir sobre el proyecto. Pero el miércoles hubo 19 abstenciones y 28 ausencias; un total de 47 diputados no votaron. Se requerirán solo 29 votos más a favor del proyecto opositor para rechazar el veto de Milei. Tiene razón aquel diputado mileísta: los números están muy ajustados.
Una de las mayores sorpresas de la votación del miércoles la dio la bancada de Pro porque hubo nueve de sus diputados que se abstuvieron, cuando todos esperaban que ese bloque formara íntegramente parte de los que votaron en contra. Hubo figuras muy conocidas de ese partido, y de una innegable lealtad a Mauricio Macri, que se abstuvieron; por ejemplo, María Eugenia Vidal, Silvia Lospennato y Luciano Laspina. Sucede que ni Macri ni nadie puede justificar por qué el Gobierno no hizo nada con los jubilados desde el veto de hace casi un año, en agosto de 2024, a un proyecto, también de la oposición, para mejorar la situación previsional. Entonces, Macri salió públicamente a defender el veto de Milei, pero ahora no tuvo respuestas al argumento de sus seguidores. “No podemos seguir avalando la inacción del Gobierno con los jubilados”, dijeron, y agregaron: “Podrían haber vendido empresas públicas y destinar ese dinero a los jubilados. Nosotros, cuando fuimos gobierno, les dimos a los jubilados toda la recaudación de impuestos que conseguimos con el blanqueo de dólares”, dijeron cerca del expresidente. Otra protesta de los diputados de Pro que se abstuvieron fue porque el Gobierno ni siquiera insistió en una negociación sobre el presupuesto de este año, que el oficialismo decidió congelar en Diputados a fines de 2024. Milei está gobernando en 2025 con el presupuesto de Alberto Fernández de 2023, que lo fue prorrogando con simples decretos. La vida es más fácil así.
Debe señalarse que Pro tuvo dos problemas en esa votación: uno fueron las razones consignadas por los que le son leales a Macri, y el otro fue el de los siete u ocho diputados de un bloque de 37 legisladores que le siguen siendo fieles a Patricia Bullrich. En rigor, hay una mayoría de diputados de Pro que aspira a un rápido abandono del bloque por parte de los seguidores de la ministra de Seguridad. “Las cosas serían mucho más simples para el bloque si ellos se fueran de una buena vez a La Libertad Avanza”, señaló un incondicional de Macri. Al final, el presidente del bloque de Pro, Cristian Ritondo, dio libertad de conciencia para que cada diputado votara como quisiera. Ritondo es siempre más optimista que cualquier otro dirigente de Pro, sobre todo cuando habla de la relación de su partido con el gobierno de Milei, pero sigue siendo leal a Macri. Libertad de conciencia no fue lo que dio Macri en agosto del año pasado si se busca esa información en cualquier hemeroteca. Aquella vez, el expresidente salió frontalmente en defensa de Milei (y de su veto), aunque el proyecto votado por la oposición también beneficiaba a los jubilados. El veto a cualquier iniciativa que mejore la pésima situación de los jubilados es siempre impopular. Entre jubilaciones y pensiones, hay cerca de siete millones de argentinos cuyos ingresos provienen de la históricamente maltratada Anses. Ese universo es mucho más amplio porque existen familiares y amigos directos de los beneficiarios del sistema previsional y porque, además, las familias se deben hacer cargo de las personas mayores cuando las jubilaciones no sirven para nada. En síntesis, es difícil para cualquier político seguir diciéndoles que no a los jubilados mientras a nadie se le ocurre una idea, ni nueva ni vieja. El propio Presidente pagará un precio político cuando concrete el veto al proyecto de la oposición. “Lo pagaremos. El superávit no se negocia”, responde un alto funcionario. Muy bien. Pero ¿hicieron algo para encontrar una solución que no signifique sacrificar el superávit? No. Hay también un problema de gestión en la administración de Milei. Sus logros se limitan por ahora a los asuntos que controla el ministro de Economía, Luis Caputo, quien debería callar cuando le preguntan sobre política y periodismo y seguir administrando los números, que es lo suyo.
Aunque digan lo contrario, las cosas no están bien en las negociaciones entre La Libertad Avanza y Pro por un acuerdo electoral nacional y en la provincia de Buenos Aires. Existen los voluntaristas –cómo no–, pero también quienes ven con ojos desconfiados que el mileísmo quiera un acuerdo en el que la eventual coalición nacional debería llevar el nombre de La Libertad Avanza en todo el país. No hay antecedentes de una alianza electoral con el nombre de uno solo de los partidos que la integran. Sucede que Milei festejó su victoria en la Capital como si hubiera ganado con el 50 por ciento de los votos; actúa como un triunfador serial. No fue así: sacó el 30 por ciento de los votos del 50 por ciento del electorado que fue a votar. Un triunfo módico. Ese potencial acuerdo electoral nacional con Pro se complica también porque no incluiría a la Capital Federal, donde está Jorge Macri, convertido por Milei en uno de sus peores enemigos. El obstáculo existe, aunque la elección de Jorge Macri ya pasó; los próximos comicios porteños ocurrirán en octubre y serán un problema de los dirigentes nacionales de su partido. Sin embargo, ¿pueden estos ignorar que el Presidente desdeña y destrata al jefe del gobierno capitalino, que es, a la vez, un dirigente de Pro? Difícil, si no imposible