*Por Juan Pablo Durán (Director periodístico)
La reciente confirmación de la condena a seis años de prisión e inhabilitación perpetua para cargos públicos contra Cristina Fernández de Kirchner en la causa Vialidad marca un hito en la historia política y judicial de Argentina. Es un fallo que, por un lado, refuerza la independencia del Poder Judicial y la lucha contra la corrupción, pero, por otro, reconfigura el tablero electoral de cara a las elecciones legislativas de octubre de 2025 y las presidenciales de 2027, dejando al presidente Javier Milei frente a un dilema estratégico: ¿con quién polarizar ahora que su principal adversaria política queda, al menos en apariencia, fuera de juego?
La sentencia de la Corte Suprema, que ratifica la condena por corrupción en la obra pública durante los gobiernos kirchneristas, envía un mensaje claro: nadie está por encima de la ley. La causa Vialidad, que investigó el desvío de fondos públicos a través de contratos amañados, expuso un esquema de corrupción estructural que, según los tribunales, involucró a la expresidenta en el centro de la toma de decisiones. Este fallo no solo valida el trabajo de fiscales y jueces, sino que también refuerza la confianza en un Poder Judicial que, durante años, fue acusado de estar subordinado a los intereses del poder político, especialmente bajo los gobiernos kirchneristas.
En un país donde la impunidad ha sido una constante, la condena a una figura de la talla de Cristina Kirchner —dos veces presidenta y vicepresidenta— es un paso hacia adelante en la consolidación de las instituciones democráticas. Es una señal de que los mecanismos de control y rendición de cuentas pueden funcionar, incluso frente a líderes con una base de apoyo significativa. Este precedente fortalece el estado de derecho y podría disuadir futuros actos de corrupción, un mal endémico que ha lastrado el desarrollo argentino durante décadas.
El ocaso político de Cristina Kirchner
Sin embargo, el impacto del fallo trasciende lo judicial y sacude el escenario político. Cristina Kirchner, una de las figuras más polarizantes de la Argentina contemporánea, ha sido el eje alrededor del cual giró gran parte del debate público durante los últimos 20 años. Su capacidad para movilizar a las bases peronistas y su narrativa de victimización frente a lo que denomina el “partido judicial” le permitieron mantenerse como una protagonista indiscutida, incluso tras anunciar en 2022 que no sería candidata en 2023. Pero con esta condena firme, su inhabilitación para cargos públicos parece cerrar la puerta a cualquier retorno electoral, ya sea en las legislativas de 2025 o en las presidenciales de 2027.
El kirchnerismo, como movimiento, enfrenta ahora un desafío existencial. Sin Cristina en las boletas, el peronismo pierde a su líder más carismática y a una figura capaz de aglutinar a las diversas facciones de un movimiento históricamente fragmentado. Axel Kicillof, gobernador de Buenos Aires, emerge como el heredero natural, pero su liderazgo no tiene el mismo peso simbólico ni la capacidad de polarización que Cristina. Otros nombres, como Eduardo de Pedro o Sergio Massa, carecen por ahora de la tracción necesaria para llenar ese vacío. El peronismo, entonces, se encuentra en una encrucijada: o se renueva con un liderazgo más moderado, o se radicaliza en defensa de una líder que, aunque condenada, seguirá siendo un ícono para sus seguidores.
Milei y la pérdida de su enemigo ideal
Para Javier Milei, este fallo es una victoria a medias. Desde su irrupción en la política, el líder de La Libertad Avanza construyó su discurso sobre la lucha contra la “casta” y, en particular, contra el kirchnerismo, al que identifica como el origen de todos los males del país. Cristina Kirchner era el enemigo perfecto: una figura que despertaba tanto devoción como rechazo, ideal para alimentar la polarización que le permitió a Milei consolidar su base electoral. La narrativa de “destruir al kirchnerismo” fue un pilar de su campaña en 2023 y sigue siendo central en su estrategia para las elecciones de 2025 y 2027.
Pero con Cristina políticamente neutralizada, Milei pierde el combustible de su discurso. Polarizar contra un kirchnerismo sin su máxima referente es mucho más difícil. Kicillof, aunque un adversario formidable en la provincia de Buenos Aires, no genera el mismo nivel de rechazo visceral en el electorado no peronista. Otros líderes peronistas, como Massa, apuestan a un perfil más moderado que diluye la narrativa de “kirchnerismo versus libertad”. Sin un enemigo claro, Milei corre el riesgo de que su mensaje pierda fuerza, especialmente en un contexto donde la economía sigue siendo el principal desafío para su gobierno.
En la Casa Rosada, según fuentes cercanas, ya se evalúa este escenario. Algunos asesores de Milei lamentan que la ausencia de Cristina en las boletas pueda debilitar la estrategia de polarización, especialmente en distritos clave como la tercera sección electoral de Buenos Aires, un bastión peronista donde el oficialismo aspiraba a capitalizar el anti-kirchnerismo. Sin ella, el peronismo podría reagruparse bajo un liderazgo menos confrontacional, lo que obligaría a Milei a redefinir su narrativa electoral.
Un nuevo tablero electoral
Las elecciones de octubre de 2025 serán las primeras en dos décadas sin Cristina Kirchner como candidata o como figura central del peronismo. Esto abre un escenario de incertidumbre, pero también de oportunidades para otras fuerzas políticas. El PRO, liderado por Mauricio Macri o figuras como Horacio Rodríguez Larreta, podría beneficiarse de un peronismo debilitado y de una polarización atenuada, consolidándose como una opción de centro-derecha. La UCR y el Peronismo Federal, por su parte, podrían ganar terreno si logran capitalizar el desencanto con los extremos del espectro político.
Para 2027, la ausencia de Cristina plantea un desafío aún mayor para Milei. Sin un adversario que encarne el “enemigo interno”, el presidente deberá demostrar que su proyecto libertario puede sostenerse más allá de la retórica anti-kirchnerista. La gestión económica, la reducción de la inflación y la generación de empleo serán los verdaderos campos de batalla. Si Milei no logra resultados concretos, la falta de un chivo expiatorio como Cristina podría exponer las debilidades de su gobierno.
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